martes, 29 de abril de 2014

Villa del Campo en la Guerra de Restauración Portuguesa

Además de ser una cruel guerra olvidada (lo fue desde su inicio) pocos recuerdan que duro 28 años, (1640-1668) y que causo gran daño y atraso en la población Extremeña, durante los 28 largos años de conflicto, Extremadura fue sometida y saqueada por ambos bandos, el sublevado y el propio ejercito encargado de sofocar la rebelión y socorrer a los pueblos.
Desde su posición de campo abierto, Villa del Campo padeció las constantes escaramuzas, y estuvo presente, dando testimonio de ello.
Al menos en dos ocasiones cita la historia en la mencionada guerra a la Villa del Campo, dos breves acontecimientos que reflejan y definen el sentir de la población Extremeña y la cruda realidad de su defensa (no hubo causa común en defenderla).
La primera es una carta del concejo de la Villa del Campo, datada el 26 de Julio de 1650, en la que refleja la situación y testimonia la de la población Extremeña.
La segunda en común con Pozuelo, procede de finales de Octubre de 1661 y tras el desproporcionado suceso, el llamado Ejército de Extremadura, con todo a su favor, sufre un revés, del que nunca se volvería a reponer.
Los pueblos Extremeños además de soportar el obligado recaudo y dar sus brazos al ejercito, han de servir de cuarteles, cada casa había de acoger entre dos y cuatro militares, dándoles cobijo y sustento de sus propios bienes a quienes allí se alojasen, incluso pagarles las armas a los que se reclutasen, el escaso fondo recaudado que aportaban las arcas reales, por saqueos, pillaje o corruptelas, rara vez llegaba a su destino.
Aquí no participaron los famosos Tercios de Flandes, inmortalizados a todo lujo por los grandes artistas de la época, aquí la defensa se componía y nutria de aldeanos reclutados en la zona y apenas sí sabían utilizar un arma de fuego, mal remunerado y peor preparado, la escasez de medios era tal, que hubo quien definió al llamado Ejercito de Extremadura como la escoria de los ejércitos y jefes inoperantes, ante tan desolador panorama la indisciplina y deserciones eran numerosas, todo el que podía, tanto oficiales como tropa desertaba y se dedicaba al saqueo o contrabando, robaban en caminos y asaltaban cuanto podían para bien propio o el de los suyos que en penosa situación, atrás habían quedado, creando con ello otro mal a sofocar, en ocasiones el ejercito prendía a un familiar del fugado, no dejandole otra que alistarse si quería salir de la cárcel, en otras eran los concejos los obligados a reintegrar el soldado huido, reponiéndolo o obligando a la familia a buscarlo, de no cumplir lo exigido, el concejo entero podía quedar como cárcel y sus habitantes en el presos y por si esto fuera poco, en ocasiones el propio ejercito saqueaba a quienes había de defender, creando con ello amotinamientos como los de Acebo, Hoyos y Perales que expulsaron de sus pueblos a quienes pretendían acuartelarse allí, otros mediante compensaciones económicas compraban privilegios, tanto el eximirse servir, como de eludir el acuartelamiento, dándose con ello todo tipo de anomalías, de las que el más pudiente, siempre salia ganando.
Las décimas recogidas por los cronistas de la época, reflejan el pillaje al que los pueblos fueron sometidos por ambos bandos.
.La guerra de Portugal
de tal suerte se gobierna,
que para que sea eterna
se dispone de todo mal.
O es falta de general,
o es culpa de los soldados
que unos y otros enroscados
en su insaciable codicia,
afrentan a la milicia
con robos y con pecados.

La viña de Extremadura
Monterrey la vendimió,
y Garay la rebuscó
la escarda verde y madura.
Santisteban se apresura
por dejarla descepada
y viendola ya acabada,
sin que pueda defenderla,
se entra el Portugués por ella
como viña vendimiada.

Cierto que algunas casas como la de Alba, con propiedades en el marco de operaciones, contribuyeron a la causa, aunque más por interés que por convencimiento.
Ante tanto desorden en algunos puntos se crearon milicias populares que trataban de defender su hacienda de unos y otros, aunque sin defender el bien común sino el propio, los más famosos fueron los Montados de la Zarza, conocidos como Compañía de Montados.

La constante agonía de la causa que básicamente se desarrolló en la zona Extremeña conllevo despoblación en ambos bandos y un gran atraso en su ya de por sí atrasado desarrollo.

En este marco bélico y de total desamparo, el 26 de Octubre de 1650 se produce la carta del concejo de la Villa del Campo al obispo de Coria, en la que además de denunciar de manera sucinta la cruda realidad, pierde en beneficio del Colegio Universitario Alcantarino de Salamanca, a su prior, que con su doctrina mantenía la razón tanto moral como espiritual, entre tantas sin razones, y tras una lectura más profunda del contenido de la carta, la presencia del prior alejaba o estorbaba los constantes atropellos a que se veían sometidos y acudía a remediar a los necesitados.

He aquí el contenido de la misiva, tal y como fue publicada en la revista Alcántara por Gervasio Velo y Nieto.
El apellido Neira contó con vario caballeros en la orden de Alcántara y en la villa de su mismo nombre lo llevaron distinguidas familias entre otros Diego Neira Alvarado, natural de Alcántara, casado con Francisca Teresa Trillo, natural de Alburquerque, que pudieron ser los padres de el prior Diego de Niera Trillo.

A pesar de que el Campo era Villa de orden, sometida al manto de Alcántara y sus asuntos los resolvía el Consejo de Ordenes, organismo regulador tras la absorción de estas por los Reyes Católicos, ante cual consejo había hecho presente la correspondiente petición, el día 30 de Julio (solo 4 días más tarde) desde Lagunilla (Salamanca) el obispo de Coria intercede ante don Antonio de Benavides, Presidente de dicho Consejo


        Carta del Obispo de Coria al Presidente del Consejo de Ordenes


Se ignora si la petición fue atendida o no, en cualquier caso queda patente la vinculación del Campo con los Rectores del Colegio Universitario de Alcántara en Salamanca, y aunque a nadie perece importar o interesar el paradero o autenticidad de las cartas, estas se hallan en el Archivo Histórico Nacional, sección secreta ordenes militares, legajo 17.

Años mas tarde en 1661, a finales de Octubre, en plena campaña otoñal, (las principales acometidas solían ser en otoño y primavera, el calor y escasez de agua en verano y las avenidas y lodazales del invierno las hacían menos propicias) se produjo un suceso de enorme resonancia, unos 2000 infantes y 770 jinetes portugueses asaltaron la Villa del Campo y el lugar de Pozuelo apoderándose de un gran botín, (años atrás, Guijo y Calzadilla, ambos tierra de Coria, habían corrido idéntica suerte) las fuerzas asaltantes estaban guiadas por el más tarde conde de Vella Flor, don Sancho Manuel y Joao de Melo, gobernadores de armas de la provincia de Beira, (el tal Sancho Manuel, al más puro estilo de Viriato y Gerardo Sempavor, era el azote de los pueblos y Ejercito de Extremadura) la noticia corrió como la pólvora, y la respuesta al descomunal acto vandálico estuvo a cargo del Comisario General, Juan Jacome Mazzacan, mercenario de origen Napolitano de la ciudad de Diana, que enterado del atropello salió a cortarles la retirada, los hombres de Jacome Mazzacan se apostaron en un desfiladero próximo a Perales y con el factor sorpresa y bien parapetados esperaron a los portugueses entablándose entre ambos una considerable batalla campal, el desorden táctico de Jacome hizo perder la sorpresa y la ventaja inicial, quedando en evidencia la mala disposición de oficiales y tropa y tras horas de lucha, las milicias de Jacome hubieron de replegarse dejando vía libre a la tropa portuguesa. Fue un 29 de Octubre de 1661.


El desastre de la derrota sufrida frente al bando rebelde, dejó al llamado Ejercito de Extremadura herido en su honor, del que no llego a reponerse.

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