“La boda Extremeña en la tradición
Campusa”
Villa
del Campo
A la memoria de mi padre, que dio lo que tenia cuando le fue pedido.
Audio 1 De Bodas “La María” Paulino Bonilla, de Villa del Campo. Partitura 323G Cancionero Popular de la Provincia de Cáceres, interpretada por Javier Cobeña
De
un tiempo a esta parte se ha hablado mucho de las bondades de la boda Extremeña
y sin duda, la ha estudiado gente de mayor valía, en los casos que he llegado a
conocer, siempre he notado que falta algo, tal ved por carecer de interés, no
se haya mencionado y es por tanto que en la medida de lo posible, intente
exponerlo de manera más amplia, sí es que cabe la expresión.
En
primer lugar la intención es tratar de unir la música al texto, y oír al
instante lo que se interpretaba en cada ceremonia o ritual de la boda, visto
desde la perspectiva de Villa del Campo y aceptando que en los
pueblos de al lado, pudieran hacerlo de otra forma, y siendo consciente de que
sin matizar los pormenores locales, las antiguas bodas eran muy parecidas en
todas partes, solían durar tres días,
víspera, boda y tornaboda, antes de la ceremonia se hacían los
preparativos, especialmente, los relacionados a lo culinario, todo se
hacia en casa y ninguna estaba preparada para la ocasión, había que sacrificar
animales y cocinarlos, en un trabajo escolar, titulado “Costumbres de mi pueblo” realizado por Javier Gutiérrez Alcalá, en
torno a 1990, se comenta, que la víspera de la boda, las mujeres con las
artesas a la cabeza bajaban al arroyo a lavar los vientres de las reses
sacrificadas, y que a su vez portaban una botella de aguardiente y dulces para
convidar a quienes encontraran a su paso, y que a su vuelta se elaboraban las
turras y ataos (plato típico del pueblo) que se comía el día de la boda como almuerzo,
teniendo en cuenta el escaso caudal del arroyo y que en el Campo, la tradición
de las bodas era en Agosto, tras la recolección de la cosecha, no ha lugar al
arroyo, más bien lo harían a pozos próximos al pueblo, también había que elaborar
dulces, acumular, suficiente vino, mesas, bancos y sillas, cubertería, loza, y
un sin fin de utensilios, destacar que el proceso, se multiplicaba por dos,
debido a que los invitados del novio comían en casa del novio y los de la novia
en casa de la novia, con lo cual la implicación en algunos casos era
considerable y todo lo hacían los más allegados, que comenzaban a estar de
boda, antes de que esta se celebrara.
Ir
de boda suponía una fiesta extra, que no estaba en el calendario festivo, ya
que estas solían ser en días de diario, las bodas tradicionales
conllevaban un gran trabajo colectivo, como era preceptivo comenzaban con
las amonestaciones, es decir anunciar públicamente la intención de casarse, por si
existía algún impedimento a dicho matrimonio, al tratarse de ceremonias por la
Iglesia, como solía decirse, se anunciaban tres Domingos seguidos en la misa
mayor de los Domingos.
La
víspera de la boda, al oscurecer, los novios recorrían las calles del pueblo
avisando de que se casaban, uno a uno llamaban a las casas de los invitados y
estos contentos y felices se unían a ellos, cantando coplas alusivas a la nueva
situación, dentro del citado trabajo Costumbres
de mi pueblo, se cita una, que dice así:
Coge la cobija, novia
y métete para la sala
y ponte a considerar
lo que vas a hacer mañana.
Terminada
la ronda, eran convidados y se iban al baile, que pagaban los novios.
El día de la boda solía amanecer con alguna alborada a cargo del tamborilero, con algo de acompañamiento que con dulces y botella de aguardiente en ristre recorrían las calles cantando.
Audio 3 Para ir a buscar a los padrinos. Cesáreo Campo, de Valdeobispo. 154 Lírica interpretada por Javier Cobeña
Audio 4 Para ir a buscar al novio. Antolin Garrido de Montehermoso. 163 Lírica interpretada por Javier Cobeña
Con los padrino,
el cortejo se encaminaban a buscar al novio, minutos antes de salir de su
casa, cuando el novio ya estaba vestido, el padre, impartía la bendición,
durante el acto el hijo permanecía de rodillas ante el y podía consistir en una
simple señal de la cruz, o en unas palabras a modo invocación a Dios, consejos
o peticiones y tras ellas, la señal de la cruz, bien en el aire o sobre la
frente o cabeza. (en caso de que el Padre hubiera fallecido, la misión
recaía sobre algún tío o de algún familiar cercano y mayor que el) La
bendición se solía impartir de manera privada, por lo que no levantaba mucha
expectación, aunque no siempre fuera así, dentro de los antecedentes que el
hecho pudiera tener origen en la antigua costumbre de los matrimonios
concertados, en tal caso podría significar que contaba con la aprobación (bendición) del
padre. Dentro del catolicismo la aprobación de un padre, podría referirse
a la aceptación, no a la bendición, si se toma como ejemplo el hijo prodigo, el
padre permite que el hijo se baya, pero no tiene el respaldo del padre, que le
deja marchar, pero no aprueba su conducta, al darle la bendición, le respalda y
da su apoyo. De idéntico modo, el ritual se celebraba con la novia.
En nuestros
tiempos con los matrimonios libremente elegidos, de algún modo,
vendría a ser como una autorización paterna a que el hijo o la hija
saliera de casa y emprendiera una nueva vida con su consentimiento, el acto
está presente en otros rituales no católicos.
Aunque lo más importante estaba por llegar, poco a poco, la boda tomaba cierto impulso, ya que todos los invitados del novio, esperaban en su puerta y cuando el salía se incorporaban a la comitiva.
Audio 5 Para ir a buscar a la novia. Cesáreo Campo de Valdeobispo. 155 Lírica interpretada por Javier Cobeña
La comitiva se encaminaba a casa de la novia, y llegaba el gran momento, como en todas partes, ver a la novia siempre fue un algo especial, aunque en los tiempos en que se centran estas notas, sin perder distinción, las novias eran elegantes y a su vez sencillas, se solían casar de corto y el color acostumbraba a ser negro, sin contar el luto, las razones del traje negro pueden ser múltiples, el negro es un color más sufrido y sobrio que el blanco, en aquellos difíciles tiempos, todo era aprovechable, además de elegante, el negro implicaba más humildad, el blanco se relacionaba más con clases más altas y de hecho era más caro, el color negro tenia más salida que el blanco, al vestido de novia se le daba nueva vida luciéndolo después de la boda, comprar un vestido para una sola ocasión, en las capas bajas no era rentable.
Audio 6 Marcha del cortejo a la Iglesia. Vicente Garcia de Ahigal. 162 Lírica interpretada por Javier Cobeña
Tras
recoger a la novia, la comitiva encabezada por la novia y el padrino se
encaminaban a la Iglesia.
La salida de la novia y el paso de esta, camino de la iglesia, era uno de los momentos más esperados, las esquinas y puertas, aledañas a la casa de la novia, solían ser tomadas por grupos de mujeres no invitadas a la boda, que disimuladamente charlaban, como si se hubieran encontrado allí por mera casualidad, tras la salida de la novia, las más ágiles correteaban por calles paralelas a coger puesto en las proximidades de la Iglesia, sin duda el lugar preferido y el mejor punto de observación, la calle es ancha, se la veía de frente y era el momento mágico en que más lucia la novia, que acompañada de todo su cortejo era el centro de todas las miradas.
Audio 7 Llegada del cortejo a la Iglesia. Cesáreo Campo de Valdeobispo. 156 Lírica interpretada por Javier Cobeña
Ceremonia Litúrgica
Llegados a la Iglesia la comitiva se detenía en la puerta sur, y bajo su portal, esperaban al sacerdote, este era avisado por los monaguillos y todo encajaba a la perfección.
En este punto, a pesar de que la ceremonia ya había terminado, el matrimonio no tenia plena validez, ya que para ello, era necesario celebrar la misa de velación. ¿A que se debía esto?
Es de suponer y como tal puede entenderse, que en sus principios, sin tradición alguna, la Iglesia Católica, no tuviese ritual de celebración y se adaptaran rituales paganos, como el Griego o Romano, en líneas generales los matrimonios venían a ser un contrato entre dos, que se celebraban en las casas de manera no pública, debido a los abusos de toda índole que se cometían sin el consentimiento de la mujer, se fueron adoptando ritos en los que estaba presente un sacerdote, aunque el acto se seguían celebrando en las casas y de manera no publica, la iglesia tenia presente, que la causa sustancial y eficiente del matrimonio se hallaba en el pleno consentimiento.
Mucho antes del famoso concilio de Trento ya había noticias, de disposiciones conciliares y sinodales, en las que públicamente se celebraban los matrimonios en las puertas de las iglesias, y que las misas de velaciones solían celebrarse al día siguiente. Hasta tiempos modernos, los rituales españoles, especialmente el de Toledo, reconocían una ceremonia doble.
Todo evoluciona y se renueva, y como parece lógico, las misas de velaciones, o misas votivas pro Sponsis, se hacen el mismo día, tras la celebración de la puerta, lo cual vendría a significar que era una parte de la misma, aunque como ya se ha dicho, no siempre fuera así, por tanto conllevaba controversia, sobre sí era una parte del ritual o tenía validez Sacramental, sin las solemnes bendiciones de la misa de velación. Fuere como fuere, ya que había cierta libertad a la hora de celebrar algunos actos que tuvieran arraigo en una zona o región, en el caso que nos ocupa, tras la ceremonia de interrogatorios, consentimientos, bendiciones e imposición de anillos y entrega de arras, se pasaba al templo y se celebraba la misa.
Extracto del tomo octavo del libro Historia de los Sacramentos "Sacramento del Matrimonio", escrito por el R. P. Carlós Chardón. de la congregación de San Vannes. Traducción del R. P. Fr. Alberico Echandi y Juan de Campo y Oliva.Año1801.
Al final de la misa, cuando el sacerdote bajaba del altar, se
acercaba a los contrayentes y en voz baja les recitaba y daba el Nuevo
Mandamiento.
-(Un nuevo Mandamiento os doy. Que os améis el uno al otro, como Cristo ama a su Iglesia).
Tras la ceremonia, en la sacristía, se firmaban los papeles, civiles sin que esta se celebrara ya que la católica conllevaba la civil.
La
no celebración de la velación estaba penada con la excomunión y penas pecuarias
altas, de difícil evaluación hoy día.
En
muchas ocasiones, los libros de registros de matrimonios religiosos, dicen que
los novios “se casaron y velaron”. De hecho antiguamente existían dos libros,
un para los desposorios y otros para las velaciones.
(De la importancia de la velación, da buena cuenta la ilustrísima comitiva de la Princesa María Manuela que en su ruta hacia la ceremonia de velación con Felipe II, pernocto en el Campo, aquel lejano 5 de Noviembre de 1543. Días más tarde, con gran regocijo fue recibida en Salamanca, los príncipes habían contraído matrimonio por poderes en Almeirim, Portugal el domingo 12 de mayo de 1543 en el palacio del embajador español don Luís Sarmiento de Mendoza. El 13 de Noviembre de aquel 1543, se celebro una segunda boda en Salamanca, y dos días más tarde, el 15 de Noviembre, a las cuatro de la madrugada, se celebro la Misa de Velaciones que duro dos horas y media, se dice que tras la bendición del arzobispo de Toledo, Juan Pardo de Tavera, los príncipes folgaron juntos durante dos o tres horas de aquella mañana de Noviembre, tras lo cual el príncipe se marcho a sus aposentos).
El rito de la velación nupcial toma el nombre del latín velatio, acción de tapar con un velo, y su finalidad era la de que los recién casados recibiese una bendición, con la que ellos y sus descendentes viviesen bajo los preceptos de la fe cristiana y alcanzasen así la vida eterna. (Durante algún tiempo se entendía que esta bendición estaba casi enteramente dedicada a la novia que la consagraba para al estado matrimonial). Por tanto el matrimonio no estaba completo y no podía cohabitar sin las correspondientes "velaciones nupciales" de la misa.
En el rito judío, puede significar la nube que cubrió a Israel en el desierto, quedando ellos cubiertos por la presencia de Dios, ya que la celebración tiene lugar bajo la jupá, que consiste en un manto o pedazo de tela a modo de palio que viene a representa una casa, simbolizando el hogar de la pareja.
Audio 9 Cuando salen los casados de la iglesia. Antolin Garrido de Montehermoso. 165 Lírica interpretada por Javier Cobeña
Pasacalles |
Tras la celebración, los recién casados y sus invitados recorrían
el pueblo en bullicioso pasacalle, otra canción muy común en la
zona, recogida en Costumbres de mi
pueblo dice así:
El padrino es un piñón
la madrina es una almendra,
el novio cadena de oro
que a la novia lleva presa.
Regreso de la casa del novio |
Aparte
de los famosos puros, que el novio o padrino, repartían a los invitados el día
de la boda, existía la costumbre de que en los días que duraba el festejo, el
novio repartía tabaco no sólo a los invitados, siempre llevaba tabaco en el
bolsillo aunque el no fumara, algo que no resulta fácil de explicar, lo del
puro podría tener una explicación lógica, debido a la costumbre de la buena
mesa, café, copa y puro, y en las bodas, la buena mesa, se daba.
Audio 10 la Maná. Antolin Olivera de Guijo de Galisteo. 170 Lírica interpretada por Javier Cobeña
Tras el reposo, regado por el vino, se procedía a pedir la maná de los novios, se hacía por todo el pueblo, se llamaba a la puerta y se decía "la maná de los novios" y alguien de la casa entregaba algo a los recién casados para que pudieran iniciar su nueva vida, de este modo, en mayor o menor grado, según posibilidades se contribuía a la formación de la nueva familia, inicialmente, se solía dar el grano que cabe en las manos, de ahí su nombre, hasta pasados los cincuenta del siglo pasado, solía ser lo que cabe en un plato, un celemín, media o una cuartilla, media fanega, variando según la posibilidad o afecto a los recién casados, para recoger el grano, los mozos llevaban costales que cargaban al hombro, cuando estos se llenaban eran llevados a casa de los novios, con el tiempo lo del grano dejo de entregarse y se ayudaba económicamente en metálico.
Según lo recogido en el ya citado Costumbres de mi pueblo, tras la Maná, en la puerta de los novios se celebraba el “Tálamo” allí exponían lo que habían sacado, y al son del tamboril, bailaban con todo el que se lo pedía.
Tras el “Tálamo”, se volvía al baile y ahora sí que era una autentica fiesta, poco a poco, el pueblo entero concurría a bailar alegremente, y celebrar aquella unión, para los más pequeños no invitados, bailar con una chica era lo máximo que se podía esperar, en el salón de baile, podían verse las diferentes generaciones en un mismo afán, aprovechar la ocasión que brindaba la boda, al son de la música, las penas o penurias siempre fueron más llevaderas.
Audio 11 Tálamo. Santos Ginés de Riolobos. 169 Lírica interpretada por Javier Cobeña
Después
venia la cena, y tras ella, la hora de dormir, sin duda el momento más esperado
de aquellos novios, tras varios días de ajetreo y siempre en el centro de las
miradas, llegaba el momento de encontrarse solos el uno frente al otro, pero
para muchos, la boda no había concluido, siempre quedaban los mozos y amigos
que se resistían a que aquello acabase, las rondas entorno a la casa de los
novios se sucedían continuamente y la insistencia era tal, que a veces el novio
tenia que levantarse y seguir de juerga, otras se colaban en la casa y
aparecían cuando los novios menos se lo esperaban, en ocasiones se echaba sal
en la cama, algo que resultaba molesto al roce de la piel y como no, el famoso
cencerro o campanillas colgado debajo de la cama, probablemente esto ultimo, antiguamente,
tuviera una profunda razón de ser, desde siempre fue muy importante la
consumación del matrimonio y esta era una de las maneras de anunciar que se
había consumado el matrimonio, sin la necesidad de que alguien estuviera
presente. No es de extrañar que en la tornaboda, se cantaran coplillas según
hubieran sonado las campanillas.
Audio 12 Las Campanillinas, interpretada por Cerandeo
La tornaboda solía ser algo familiar y más trabajosas que festivas, aparte de aprovechar los restos de comida, había mucho que restregar y todas las manos eran pocas, las mesas, bancos, sillas, y demás enseres que se pidieron prestados, y habían sido utilizados sin manteles, (a quién no se le ha caído algo en la mesa, mientras comía en circunstancias normales) se devolvían inmaculadamente limpios, mediante pequeñas muescas que se borraban con el estropajo, se entregaba a cada cual las propias cucharas y tenedores que había entregado, apagado el bullicio todo volvía a la normalidad, mientras los recién desposados emprendían una nueva vida.
Agradecimientos a Antonio Pariente.
Gema Torres y
María Miguel Fuentes.
E. Moreno. Madrid 27 de Junio de 2022