Desde su posición de campo abierto, Villa del Campo padeció las
constantes escaramuzas, y estuvo presente, dando testimonio de ello.
Al menos en dos ocasiones cita la historia en la mencionada
guerra a la Villa
del Campo, dos breves acontecimientos que reflejan y definen el sentir de la
población Extremeña y la cruda realidad de su defensa (no hubo causa común en defenderla).
La primera es una carta del concejo
de la Villa del
Campo, datada el 26 de Julio de 1650, en la que refleja la situación y
testimonia la de la población Extremeña.
La segunda en común con Pozuelo,
procede de finales de Octubre de 1661 y tras el desproporcionado suceso, el
llamado Ejército de Extremadura, con todo a su favor, sufre un revés, del que
nunca se volvería a reponer.
Los pueblos Extremeños además de soportar el obligado
recaudo y dar sus brazos al ejercito, han de servir de cuarteles, cada casa había
de acoger entre dos y cuatro militares, dándoles cobijo y sustento de sus
propios bienes a quienes allí se alojasen, incluso pagarles las armas a los que
se reclutasen, el escaso fondo recaudado que aportaban las arcas reales, por
saqueos, pillaje o corruptelas, rara vez llegaba a su destino.
Aquí no participaron los famosos Tercios de Flandes,
inmortalizados a todo lujo por los grandes artistas de la época, aquí la
defensa se componía y nutria de aldeanos reclutados en la zona y apenas sí
sabían utilizar un arma de fuego, mal remunerado y peor preparado, la escasez
de medios era tal, que hubo quien definió al llamado Ejercito de Extremadura
como la escoria de los ejércitos y jefes inoperantes, ante tan desolador panorama
la indisciplina y deserciones eran numerosas, todo el que podía, tanto
oficiales como tropa desertaba y se dedicaba al saqueo o contrabando, robaban
en caminos y asaltaban cuanto podían para bien propio o el de los suyos que en
penosa situación, atrás habían quedado, creando con ello otro mal a sofocar, en ocasiones el ejercito prendía a un familiar del fugado, no dejandole otra que alistarse si quería salir de la cárcel, en otras eran los concejos los obligados a reintegrar el soldado huido, reponiéndolo o obligando a la familia a buscarlo, de no cumplir lo exigido, el concejo entero podía quedar como cárcel y sus habitantes en el presos y
por si esto fuera poco, en ocasiones el propio ejercito saqueaba a quienes había
de defender, creando con ello amotinamientos como los de Acebo, Hoyos y Perales
que expulsaron de sus pueblos a quienes pretendían acuartelarse allí, otros mediante compensaciones económicas compraban privilegios, tanto el eximirse servir, como de eludir el acuartelamiento, dándose con ello todo tipo de anomalías, de las que el más pudiente, siempre salia ganando.
Las décimas recogidas por los cronistas de la época, reflejan el pillaje al que los pueblos fueron sometidos por ambos bandos.
.La guerra de Portugal
de tal suerte se gobierna,
que para que sea eterna
se dispone de todo mal.
O es falta de general,
o es culpa de los soldados
que unos y otros enroscados
en su insaciable codicia,
afrentan a la milicia
con robos y con pecados.
La viña de Extremadura
Monterrey la vendimió,
y Garay la rebuscó
la escarda verde y madura.
Santisteban se apresura
por dejarla descepada
y viendola ya acabada,
sin que pueda defenderla,
se entra el Portugués por ella
como viña vendimiada.
Cierto que algunas casas como la de Alba, con propiedades en
el marco de operaciones, contribuyeron a la causa, aunque más por interés que
por convencimiento.
Ante tanto desorden en algunos puntos se crearon milicias
populares que trataban de defender su hacienda de unos y otros, aunque sin
defender el bien común sino el propio, los más famosos fueron los Montados de la Zarza , conocidos como
Compañía de Montados.
La constante agonía de la causa que básicamente se
desarrolló en la zona Extremeña conllevo despoblación en ambos bandos y un gran
atraso en su ya de por sí atrasado desarrollo.
En este marco bélico y de total
desamparo, el 26 de Octubre de 1650 se produce la carta del concejo de la Villa del Campo al obispo de
Coria, en la que además de denunciar de manera sucinta la cruda realidad,
pierde en beneficio del Colegio Universitario Alcantarino de Salamanca, a su
prior, que con su doctrina mantenía la razón tanto moral como espiritual, entre
tantas sin razones, y tras una lectura más profunda del contenido de la carta,
la presencia del prior alejaba o estorbaba los constantes atropellos a que se
veían sometidos y acudía a remediar a los necesitados.
He aquí el contenido de la
misiva, tal y como fue publicada en la revista Alcántara por Gervasio Velo y
Nieto.
Carta del Obispo de Coria al Presidente del Consejo de
Ordenes
Se ignora si la petición fue atendida o no, en cualquier caso
queda patente la vinculación del Campo con los Rectores del Colegio
Universitario de Alcántara en Salamanca, y aunque a nadie perece importar o
interesar el paradero o autenticidad de las cartas, estas se hallan en el
Archivo Histórico Nacional, sección secreta ordenes militares, legajo 17.
Años mas tarde en 1661, a finales de Octubre, en plena
campaña otoñal, (las
principales acometidas solían ser en otoño y primavera, el calor y escasez de
agua en verano y las avenidas y lodazales del invierno las hacían menos
propicias) se produjo un suceso de enorme resonancia, unos 2000
infantes y 770 jinetes portugueses asaltaron la Villa del Campo y el lugar
de Pozuelo apoderándose de un gran botín, (años atrás, Guijo y Calzadilla, ambos tierra de Coria,
habían corrido idéntica suerte) las fuerzas asaltantes estaban guiadas
por el más tarde conde de Vella Flor, don Sancho Manuel y Joao de Melo,
gobernadores de armas de la provincia de Beira, (el tal Sancho Manuel, al más puro estilo de
Viriato y Gerardo Sempavor, era el azote de los pueblos y Ejercito de Extremadura) la noticia corrió como la pólvora, y la respuesta al
descomunal acto vandálico estuvo a cargo del Comisario General, Juan Jacome
Mazzacan, mercenario de origen Napolitano de la ciudad de Diana, que enterado
del atropello salió a cortarles la retirada, los hombres de Jacome Mazzacan se
apostaron en un desfiladero próximo a Perales y con el factor sorpresa y bien
parapetados esperaron a los portugueses entablándose entre ambos una
considerable batalla campal, el desorden táctico de Jacome hizo perder la
sorpresa y la ventaja inicial, quedando en evidencia la mala disposición de
oficiales y tropa y tras horas de lucha, las milicias de Jacome hubieron de
replegarse dejando vía libre a la tropa portuguesa. Fue un 29 de Octubre de 1661.
El desastre de la derrota sufrida
frente al bando rebelde, dejó al llamado Ejercito de Extremadura herido en su
honor, del que no llego a reponerse.